P. D. James: "No apto para mujeres" ( 4). Investigación apta para una mujer

Investigando el caso del muchacho que se ha suicidado, Cordelia Gray va profundizando en la vida del suicida y en la suya propia. Uno de los aciertos de novelas como la presente es esa introspección que confronta, que objetiva. P. D. James es una escritora de talento que sabe crear personajes y situaciones absolutamente creíbles y que, como dice Justo Navarro, enseña a mirar. No va sola Cordelia por el mundo, sino que la acompañamos. Y, como la narración es en tercera persona, se deslizan sus pensamientos entre la acción y sus idas y venidas alrededor de la cabaña en que vivía el que fuera estudiante de Cambridge y por el mismo Cambridge, hablando e interrogando a sus amigos de la universidad. Cordelia se identifica cada vez más con el muerto, le hace preguntas - algo que me recuerda a lo que Carvalho hacía en "Los mares del Sur" - y llega un momento en que cree que puede estar excediéndose. "Se había identificado con él, con su soledad, su autosuficiencia, su alienación con respecto a su padre, su infancia solitaria. Había llegado -presunción ésta la más peligrosa de todas- a considerarse su vengadora." Porque cree Cordelia que no se suicidó, que lo han asesinado, pero también - qué magistral juego de perspectivas, como en una clásica película de Orson Welles- porque se venga a sí de su propio pasado de niña huérfana que ha corrido por multitud de hogares y brazos de padres y madres que sólo lo fueron temporalmente. Cordelia no lo sabe, pero está ajustando cuentas con su pasado y quiere ajustarlas contra los que le hicieron daño al joven muerto. Y ya no es un trabajo: en esta ocupación arriesga su propia estabilidad mental, su propia vida.

P. D. James: "No apto para mujeres" (3). Cáncer

El socio de Cordelia Gray, detective privada, se ha suicidado, incapaz de afrontar las penalidades derivadas de padecer cáncer. En el bar al que solían acudir, la camarera le pregunta por qué la policía ha estado esa mañana en la agencia y ella le dice - lo oyen los clientes - que Bernie se ha cortado las venas. Añade que tenía cáncer y no ha podido enfrentarse al tratamiento. "Vio que pensaban que eso era diferente. Los integrantes del pequeño grupo que rodeaba a Mavis [la camarera] se miraron unos a otros, después apartaron sus miradas rápidamente y bebieron de su vasos. Cortarse las venas era algo que también lo hacían otras personas, pero el pequeño siniestro cangrejo introdujo el temor en la mente de todas aquellas personas. Incluso parecía que Mavis estuviera viendo a la terrible enfermedad acechando entre sus botellas."

Miguel Ángel Muñoz: La novela negra


Que la novela más mencionada en el género negro por los lectores de este blog haya sido "El sueño eterno" dice mucho, a mi parecer, del modo en que entendemos un estilo literario que no acaba de desprenderse, ¡a estas alturas de la novela, cuando el asesino está a punto ya de ser descubierto!, de las desdeñosas acusaciones de género literariamente menor -es decir, destinado a una mayoría- que, si por un lado están afortunadamente superadas, por otro parece que revolotean en el lado escondido de la conciencia de sus muchos defensores. Este blog es una demostración apasionada de que la novela negra es rica y plural y que admite muchas miradas distintas y casi contrapuestas.
Aún así, sigo pensando que se elige "El sueño eterno" de Chandler, en detrimento de sus novelas más literarias, "Adiós, muñeca", "La dama del lago" y, por encima de ellas, "El largo adiós", porque, reconozcámoslo, el modo en que leemos la novela negra está influido por el modo en que hemos visto el cine negro. Preferimos en muchos casos "El sueño eterno" porque vemos tras ella a Bogart o Hawks, un modo de destilar cinismo, una precisa técnica con la que el detective martillea sobre los sospechosos hasta hacerlos caer, unos diálogos perfectos, pero también perfectamente imposibles e inverosímiles, una estructura tan confusa y enrevesada que ya es lugar común que en la película haya un muerto, creo que un chófer, al que todavía no se le ha encontrado mano ejecutora -a pesar de que Faulkner intervino en el guión, aunque quizás no estaba claro porque Faulkner intervino en el guión-. Pero más allá de todo ello flota la potencia del mito, el peso indeleble de la fascinación por las mujeres fatales y los odios escondidos y letales. Durante mucho tiempo hemos leído novela negra viendo en ella cine negro. Chandler, a ese respecto, creó nuestra visión actual, romántica y literaria, del detective, y escribió, en cierto modo, el manual de qué debe incluir una buena novela negra. Ejemplo de esta fusión indeleble entre el recuerdo de las películas negras y su plasmación literaria es este blog, que se dedica con rigor literario a la novela negra, pero que no pudo evitar titularse novela negra y cine negro, aunque se ocupe poco de la vertiente cinematográfica.
La novela negra todavía debe desprenderse, para sus lectores, del aura mitómana con la que el cine la impregnó y crear artefactos exclusivamente literarios. Así, sorprende que autores puramente negros pero que no casan tan directamente con ese planteamiento cinematográfico -Sciascia (sí muy adaptado al cine en Italia), Dürrenmatt, o incluso Ross Macdonald, uno de los autores, tanto dentro como fuera del género, a los que más aprecia Francisco Ortiz- apenas sean tenidos en cuenta por los votantes. Novelistas más políticos, si se quiere, o sociales, pero no tan fascinantes ni con la presencia, en el caso de los primeros, en sus novelas de bellas mujeres fatales. Y por eso es una alegría que "2666", de Bolaño, haya recibido tantos votos. De alguna manera este hecho reconoce al fin que la novela negra quiere adentrarse en el espíritu de la novela contemporánea, sin complejos ni etiquetas. Porque "2666" es una perfecta crónica del mal contemporáneo, y utiliza para describirlo muchos de los códigos de la novela negra, pero no todos, y no tiene por qué hacerlo, del mismo modo que un buen cocinero no tiene que utilizar todos los utensilios de cocina que están a su alcance para preparar una exquisitez deliciosa. Ese es el camino que la novela negra debería transitar, y que de hecho el cine negro ya ha recorrido. Durante mucho tiempo se dijo que el cine negro acababa formalmente en el año 60 con la película "Código del hampa", de Don Siegel. Radicalismos críticos que siempre se vienen abajo. Los mismos que negaron la supervivencia del cine negro ahora hablan del neonoir y demás zarandajas. El cine negro adaptó sus claves a una mirada contemporánea. Una película como "Memento" es posmoderna, quizás, pero negra, muy negra, con total seguridad. La novela está empezando a recorrer ese camino, y cuando lo haga se ganará a muchos lectores que detestan las etiquetas formales.
Por último, felicito a mi amigo Paco por su blog, que nos enseña a mirar la literatura negra -la literatura en general, quise decir- con otros ojos. Su propia mirada pausada y detallista sobre las novelas que comenta es un regalo que aceptamos con alborozo. Felicidades por este primer año cumplido, y felicidades por los que vendrán.

(Texto solicitado a Miguel Ángel Muñoz como comentario a la reciente encuesta realizada en este blog y para celebrar el primer año de publicación de textos)

P. D. James: "No apto para mujeres" (2). Se ha suicidado

Prefiero a los autores que, como Vázquez Montalbán o Walter Mosley, escriben novelas divididas no en capítulos sino en secuencias, de dos o tres páginas como máximo, algo que seguramente está emparentado con mi pasión cinéfila. Pero no desdeño leer a escritores que no le teman a lo extenso y describan pormenorizadamente, siempre y cuando lo hagan con el talento de P. D. James. Porque aquí no sobra nada y los aciertos son tantos que casi abruman:
"Bernie había muerto. Estaba con el cuerpo doblado encima de la mesa, como en un estado de extrema extenuación. Su mano diestra estaba medio cerrada y una navaja abierta se había deslizado encima de la mesa, dejando un fino rastro de sangre como la huella de un caracol, y se había detenido en precario equilibrio en el borde de la mesa. Su muñeca izquierda, marcada con dos cortes paralelos, aparecía hacia arriba, dentro de la palangana esmaltada que Cordelia utilizaba para lavar. Bernie la había llenado de agua, pero ahora aparecía colmada de un líquido rosado pálido que despedía un olor morbosamente dulzón, a través del cual los dedos, doblados como en actitud de súplica y con aspecto blanco y delicado como los de un niño, brillaban tan lisos como la cera. La mezcla de sangre y agua se había derramado por la mesa y el suelo, empapando la llamativa alfombra rectangular que Bernie había comprado recientemente con la esperanza de impresionar a sus visitas con su status social y de la que Cordelia pensaba que no hacía más que dirigir la atención hacia lo viejo y raído del resto del despacho. Uno de los cortes era de tanteo y superficial, pero el otro había penetrado hasta el hueso y los bordes separados de la herida, secos de sangre, se abrían claramente, como una ilustración en un libro de texto de anatomía. Cordelia recordó que Bernie había hablado una vez de que había encontrado a un hombre que intentó suicidarse, cuando él estaba haciendo la ronda, en la época en que era policía. Se trataba de un anciano, acurrucado a la puerta de un almacén, que se había cortado la muñeca con una botella rota, pero que luego había vuelto de mala gana a la vida porque un gran coágulo de sangre había obstruido las venas cortadas...Bernie... Sus labios estaban fruncidos y entreabiertos como los de un niño dormido, confiado y vulnerable."

Ross Macdonald: La forma en que algunos mueren (y 4). Crítica


Cuando busquemos obras maestras del género negro creo que tendremos muchas razones para afirmar que "La forma en que algunos mueren" es una de ellas. En esta novela, Ross Macdonald nos presenta un cuadro de violencia, ambición asesina y sentimientos rotos que subyuga y emociona a partes iguales, gracias a una escritura llena de aciertos visuales, llena de sensaciones de color y de sonido, de ecos que retumban en el pecho y en la cabeza del lector. Macdonald siempre tuvo presente la tragedia griega para plantear sus tramas, para crear personajes, y no en vano pronto fueron estudiadas sus novelas en la universidad: hay tanta, tan buena literatura en las páginas de este libro que cuesta pensar en un escritor de novela negra como el artífice. Pero es innegable que tenemos a un detective privado -el lírico, humano Lew Archer, capaz de darle a una madre un billete de mil dólares para que contrate a un abogado importante que defienda a su hija pese a que no cabe ninguna duda de que se trata de una asesina-, a traficantes de drogas -con una escena en que se habla de sus efectos en una muchacha que resulta estremecedora y de gran valor, ya que fue escrita en 1951-, a asesinos, matones y enamorados que para conseguir su objetivo amoroso no dudaría en asesinar y eliminar pruebas. Y que asistiremos a interrogatorios -a la manera de Archer: como si preguntase la voz de la conciencia-, veremos escenas en que hay disparos, pistolas y revólveres, pero no se dejen engañar, porque de lo que se habla en estos treinta y cinco capítulos es de la codicia, de personas que ven su cara oscura y la aceptan sin dudar, de la indefensión de nuestra alma ante lo que resulta fácil en principio y más tarde puede acabar siendo absolutamente dañino. Temas presentes en Dostoievski, en Fitzgerald, en Hemingway. Y no cito a estos autores para prestigiar a Macdonald, sino para ponerlo al lado de esos incontestables maestros. Porque, con Hammett, seguro que son piezas fundamentales en el origen de esta gran novela. Y me atrevo a decir que Macdonald no desentona, no se queda atrás, y con un fuerte instinto de piedad retrata a una joven prostituta y drogadicta y a una asesina como el gran maestro ruso pudo hacerlo, deja a dos creíbles y vivos personajes ante nuestros ojos para que contemplemos sus faltas y sus carencias y sepamos más de ellos y de nosotros mismos, seres todos al fin y al cabo tremendamente imperfectos y necesitados de una mirada de alivio, de comprensión que les dé sentido a tantas cosas, a tantos errores, a tanto dolor.


(Como excepción, esta vez he empezado por el final, por la crítica del libro, e interrumpiendo el comentario de otro. Disculpadme. La culpa es de Ross Macdonald.)

P.D. James: "No apto para mujeres". Un personaje censurable.


Esta escritora milita en el bando de los conservadores ingleses. Es algo que, a priori, la descalifica de alguna manera y obliga a mirar sus novelas negras de reojo. No podemos esperar de ella la crítica incisiva, la denuncia, la confrontación de ideas importantes. Pero nuestra autora, como Balzac, parece ser una cosa en su vida pública y otra muy diferente en su vida dedicada a la escritura, afortunadamente. Así, en una nota previa, presenta de esta manera su novela: "Un autor de novelas policíacas, en virtud de este arte tan poco agradable, tiene la obligación de crear por lo menos un personaje de características censurables en cada uno de sus libros y tal vez sea inevitable que de vez en cuando sus malas acciones sanguinarias salpiquen las moradas de los justos." Así pues, no habrá un ataque contra el todo, pero sí algunos escorzos dignos de ser tenidos en cuenta.

La mejor novela negra

Acabado el plazo para esperar vuestras propuestas, leo todos los comentarios y llego a rápidas conclusiones: el más apreciado -y supongo que el más leído-es Raymond Chandler, con "El sueño eterno" como bandera, y le sigue Vázquez Montalbán, con "Los mares del Sur". Son los autores más recordados y eso me parece muy bien: un clásico estadounidense y un clásico español, éste señalando además algo muy interesante: la novela negra sí ha calado en España, sí hay autores a los que leemos con la misma atención y gozo que a los clásicos venidos de fuera. La diversidad también me parece destacable: muchos autores mencionados, recordados, lo que prueba que el género está vivo, tiene escritores para todos los gustos, para todo paladar, por exigente que pueda ser cualquiera. Que aparezcan el Bolaño de "2666" o Modiano o Borges indica que los cultivadores no están en el gueto, que el placer de escribir y leer historias con detectives y delincuentes nos embarga a muchos. Os agradezco mucho todos los comentarios -ninguno vale más que otro, que diría nuestro amigo Lorenzo Silva- y os emplazo a leer los textos que en los próximos días el par de amigos mencionados en la anterior entrada han escrito pensando en los autores de esta encuesta y también en los lectores del género, en vosotros.