Dennis Lehane: Desapareció una noche (y 4). Crítica


Empezar la lectura de una novela después de haber visto la película que han realizado partiendo de su historia y sus personajes no es nada recomendable. Las continuas comparaciones pueden distraer en exceso, ahogar la lectura. Pero "Adiós, pequeña, adiós" es una de esa obras maestras del reciente cine que a uno no le dejan indiferente, que suscitan temas de conversación y meditaciones que suelen ser encontrados y apasionantes. Hablar de niños, de familias y de los abusos que dentro y fuera de ellas se producen, con los niños presentes, nos toca muy hondo a todos, seamos o no padres, porque todos somos hijos.
He leído "Desapareció una noche", de Dennis Lehane, con una atención, una fruición sorprendentes. He interrumpido la lectura de otras novelas -de Javier Marías y Le Carré- para beberme las quinientas páginas de esta obra maestra de la novela negra. Es una novela diferente, arriesgada, profunda. Nada tiene que ver con esas muchas novelas del género que quieren colarnos, que se empeñan en hacernos creer que son valiosas y decisivas. En algunos momentos me ha parecido que Lehane era el heredero directo del gran Raymond Chandler, un escritor que aborda los temas actuales de una manera -y con un lenguaje- actual y unas técnicas contemporáneas. No se pierde en lo clásico, no es mimético, no se encalla en los tópicos este Lehane que no por casualidad es el autor de Mystic River: a la investigación propia de toda novela con detectives privados dentro suma emoción genuina, auténtica y bien fundamentada crítica a las instituciones, denuncia basada en hechos reales y dolorosos que no se conocen, no se combaten o no se enfrentan jamás con un empeño purificador.
Las desapariciones de niños, sus raptos, están a la orden de día: basta ver la prensa semanal. Lehane entra en el tema y a su alrededor construye un complejo entramado emocional que sacude y nos pone ante un problema pocas veces estudiado con la sinceridad y la fuerza necesarias. Con dos detectives privados y muchos policías, con algunos delincuentes y con algunas mujeres y hombres que contemplan y padecen, con un montón de personajes que nunca son enteramente buenos ni enteramente malos, Lehane plantea y subraya, pero deja puertas abiertas para que quepan opiniones enfrentadas, para que pueda producirse el debate. Estamos en un momento de decadencia, nuestras sociedades consiguen avances físicos incuestionables y a la vez pierden valores humanos de manera catastrófica. Somos seres hechos para el dolor y la confrontación, para el amor y la entrega, somos seres hechos para sentir. En esta novela lo vemos claramente, lo percibimos, y llegamos a la conclusión de que la diversidad que nos separa es buena e inevitable, pero también en algunos aspectos es destructiva, porque cada vez somos más cerrados, más exclusivistas, más pagados de nosotros mismos. Decidimos sin dar lugar a la réplica, por las bravas, con las ideas brillando a fuego en nuestra mente -somos fanáticos, los seres humanos somos seres pensantes con una clara tendencia al fanatismo-, y podemos hacer daño para lograr que el orden, la paz y la calma que precisamos encajen en el esquema de lo que vemos, realizamos y compartimos. Estamos llenos de fanatismo y de secretos, concluye Lehane. Y de decisiones por tomar. Esta novela es una obra maestra, amigos, un libro que no dejará indiferente a ningún lector, lleno de inteligencia y de compromiso, de valores y de pasajes en que se cuestiona todo. Con ecos de las tragedias griegas, con algún eco del gran Shakespeare -la muerte del policía contemplando los edificios de la ciudad-, "Desapareció una noche" encierra una historia atrevida, singular, inolvidable.