Ross Macdonald: El expediente Archer


Veinte años. Son los que llevaba esperando que se editara este libro en nuestro país. Son los años que llevo leyendo a Ross Macdonald -bueno, quizá más: veintidós o veinticuatro; el tiempo vuela, pájaro invisible e indiferente que nos mira desde cerca y no se inquieta-, disfrutando de sus novelas. Hace poco empecé la relectura de "Los maléficos". Y aún hay una que no he leído, que guardo para un momento -espero que lejano- en que ya no pueda resistir más y tras el cual ya no me quedará nada por leer de este gran maestro. Entonces todo será tiempo de relecturas. Ese del que sólo he leído las primeras líneas lo tengo desde hace muchos años, lo conservo junto a los demás con un afecto que nunca ha disminuido, aunque entre medias he tenido la oportunidad de leer a Joyce, a Benet, a Böll, a Moravia, a Chandler, a Benedetti, a Onetti, a Cortázar, a Fitzgerald, a Faulkner. He probado la gran literatura, he bebido de ella, pero jamás he arrinconado los libros de Macdonald, jamás he tenido la sensación al volver a acercarme a ellos de que se me caían de las manos, de que se habían empequeñecido, que eran producto de una pasión juvenil. Acaba de salir mi primera novela y, como muy bien señalaba José Abad, en ella está algo de lo que he aprendido de Macdonald y de Archer, de su mirada lírica y compasiva, de su deseo de saber más del ser humano, de no conformarse con las apariencias. Nunca le he dado la espalda a este escritor de novela negra y defiendo donde se presenta la ocasión que es el mejor autor que ha dado el género, que su ciclo Archer es el mejor dedicado a un detective privado de cuantos conozco, que recomendar su lectura no es hacerle un favor, sino una manera de ganar amigos.
Aunque había una edición sudamericana de los relatos de Archer, absolutamente agotada e inencontrabable, este Expediente suma además auténticas perlas que antes no han estado disponibles en nuestra lengua: un perfil biográfico del personaje y unas notas y fragmentos de Ross Macdonald que son un auténtico tesoro: de hecho, tengo el libro encima de la mesa, muy cerca, y lo miro y casi no me atrevo aún a tocarlo, a adentrarme en lo que ofrece, pues, al igual que con la novela que aún no he leído, me ocurre que temo que empiece a fraguarse algún final, que me quede huérfano si ya no puedo decirme que dispongo de un texto aún sin explorar, por descubrir, al que entregarme como de niño lo hacía a aquellas Joyas Literarias Ilustradas de Bruguera con que descubrí el mundo fabuloso de la imaginación y de las otras y posibles vidas. Archer ha vuelto -como decían en la publicidad de la película que protagonizó Paul Newman- y ya estará aquí siempre acompañándonos.

(Después de haber subido esta entrada ayer: No pude resistirlo y he leído el magnífico relato que Tom Nolan, biógrafo de Ross Macdonald, dedica a la vida de Lew Archer, en el que cuenta cómo fue su infancia, cómo amó a varias mujeres, cómo siempre se negó a venderse por dinero, cómo se convirtió en un investigador humanitario y empeñado en buscar la justicia y en ponerse del lado del más débil. Es una pequeña novela que no puede soltarse desde el momento en que inicias la lectura).

José Abad: Crítica de "Última noche en Granada" : "Por qué de noche, por qué en Granada"


Apareció el pasado jueves, 21 de enero, en el diario Granada Hoy. La firma el escritor y crítico José Abad.

Por qué de noche, por qué en Granada

Francisco Ortiz refleja en su novela las influencias de grandes autores de la narrativa criminal como Hammett, Chandler, Vázquez Montalbán y Ross Macdonald


Los relatos de crímenes existen desde que los hombres guardan memoria de sus actos, baste recordar que en los primeros compases de la Biblia ya se nos describía el asesinato de Abel a manos de Caín. La narrativa criminal, sin embargo, tiene poco más de siglo y medio de existencia. Es imposible hallarla como tal más allá del horizonte histórico de mediados del siglo XIX. Los tres relatos que Edgar Allan Poe dedicara al investigador diletante Auguste Dupin suelen señalarse como los títulos fundacionales del género y lo cierto es que, a pesar de algún que otro precedente, dichas ficciones son las primeras muestras acabadas de un planteamiento narrativo en el cual el crimen y la investigación ulterior son los principales motores de la acción (Pero no los únicos, por supuesto). ¿Qué circunstancias propiciaron su aparición?

A principios del siglo XIX, la Revolución Industrial había alcanzado de manera no homogénea la casi totalidad de Occidente, el crecimiento de las ciudades se había acelerado de manera vertiginosa, también el flujo migratorio del campo a la ciudad, y ni siquiera las urbes más prósperas fueron capaces de emplear el capital humano disponible; el excedente (esa gran masa de gente desocupada) se buscó la vida donde buenamente pudo, como buenamente pudo, a veces al otro lado de la ley. En las ciudades más importantes (París, Londres) se creó una policía específicamente metropolitana para combatir la ilegalidad intramuros. De este modo entran en escena los dos actores de una situación arquetípica, el crimen y la justicia, que participan de un paradigma filosófico, el positivismo, según el cual, el raciocinio o el recurso a los últimos avances de la ciencia llevan indefectiblemente al descubrimiento de la verdad. De estas ubres mamará el detective más famoso de entonces, el infalible Sherlock Holmes.

La primera narrativa criminal estuvo muy influida por el Romanticismo, por los ambientes obscuros, cerrados, opresivos del Romanticismo, y en unos pocos casos por ese fatalismo suyo, el que hizo que el joven Werther se levantara la tapa de los sesos por amor a Charlotte, la hija del Corregidor. El género se mostrará asimismo permeable a la influencia de la novela social decimonónica, hasta el punto de ser la depositaria ideal de numerosos presupuestos suyos, y de esta manera irá caracterizándose poco a poco y convirtiéndose en lo que será: una narrativa preferentemente urbana, nocturna y violenta, una receta a menudo atemperada con el azúcar de la moraleja (tan burguesa) de que ningún delincuente escapa al largo brazo de la justicia. Las cosas cambiaron drásticamente en las primeras décadas del siglo XX con la irrupción de un autor decidido a sepultar el género con paletadas de realismo.

Me refiero a Dashiell Hammett, por supuesto. Hammett, que había trabajado como detective para la famosa Agencia Pinkerton, sabía perfectamente de lo que hablaba. El autor de El halcón maltés mantuvo intacta esas coordenadas urbanas, nocturnas y violentas que hemos señalado, pero rechazó de lleno la esperanza en que el raciocinio y el recurso a los últimos avances de la ciencia llevarían indefectiblemente al descubrimiento de la verdad. Las fronteras se diluyen. Los agentes de la justicia y los delincuentes ya no están en bandos opuestos o enfrentados, se entremezclan, se confunden. Hay un antes y después de Dashiell Hammett. Cuando aparezca algún tipo honesto, pensemos en Philip Marlowe o en nuestro paisano Pepe Carvalho, sus creadores, esos dos grandísimos escritores que fueron Raymond Chandler y Manuel Vázquez Montalbán, tendrán que insistir en la soledad de sus criaturas, en su quijotismo, en su aura romántica. Si el joven Werther se levantó la tapa de los sesos por amor, ellos arriesgarán el pellejo por amistad, por decencia, por mantener la palabra dada, etc.

Son autores (Hammett, Chandler, Vázquez Montalbán) que han introducido un hondo desencanto en el género, una mirada dolida, una mirada que duele, una absoluta falta de fe en los finales felices, esos finales con perdices que o bien devuelven las cosas a donde estaban o bien las dejan mejor que estaban. De éstos, o de su admirado Ross Macdonald, Francisco Ortiz ha aprendido parte del oficio. Esto explica por qué Última noche en Granada es como es. Una novela (lo dice ya el título), urbana y nocturna, también violenta, pues toda ciudad tiene sus miserias y Granada no es una excepción. Hay mucho bueno en esta narración, empezando por la contundente primera persona que nos habla desde sus páginas; la voz de un ex-policía, Luis Castillo, que intenta rehacer su vida trabajando de noche como vigilante y amando de día a su novia de siempre, Beatriz, una mujer capaz de abandonar al marido por estar junto a él.

Al protagonista le gustaría hacer borrón y cuenta nueva, sentar cabeza, empezar de nuevo, todo eso. Pero no podrá ser. Se lo impedirá el pasado, ese enorme perro de presa que ventea nuestro rastro, tenaz, y no ceja hasta darnos alcance. Siendo policía, Luis Castillo participó en la eliminación de dos delincuentes, según parece, a los que no había otro modo de echarle el guante. Uno de ellos era de origen marroquí y hermano de un prohombre que, años después, busca la venganza… No se fíen. La novela negra actual no arraiga en el terreno de las certezas, sino en otro más fértil, el de la sospecha, y la explicación más sencilla no acostumbra a ser la más afortunada. Luis Castillo sólo podrá redimirse si ajusta cuentas con el pasado, pero nada le asegura, ni a él ni al lector, que salga intacto del empeño.

Francisco Ortiz ha trasladado con acierto el imaginario noir a una ciudad con escasa presencia en este género, Granada, tan buena como cualquiera, en tanto que hostil como la que más. Ortiz demuestra tener un oído muy fino para el habla de la calle (las charlas entre Luis y Beatriz son de lo mejorcito del libro), buena mano en la caracterización de personajes y buen pulso con la acción. Se revela como un narrador lúcido, honesto además, que no pretende engañar a nadie alimentando falsas ilusiones. Habrá que seguirle la pista.

Presentación en Almería de "Última noche en Granada"






Será el próximo jueves, 21 de enero, a las 19.30 horas.
Contaremos con la presencia de Diego García Campos, director de la revista Foco Sur; José Ortiz, orientador del E.O.E.; Inma Lucena, coordinadora del acto; Aurora Ortiz, directora técnica de la Hermandad Farmacéutica Almeriense; y el escritor Juan Herrezuelo.
En la Librería Picasso de la Calle Reyes Católicos.
Os esperamos.

Presentación en Granada

Presentamos la novela en Granada. El Museo Casa de los Tiros es, de verdad, un marco incomparable.





En esta foto aparecen Joaquín Casanova, el editor; el escritor y crítico José Abad, que presentó la novela; el que suscribe; y José Ortiz, que habló del autor y de sus primeros pasos en el mundo de la literatura.










Inma Lucena, coordinadora del acto.















Isabel, que leyó un fragmento de la novela.


















Paqui, que leyó otro fragmento.






Agradezco a todos los que tuvieron a bien asistir a la presentación su presencia, a los empleados del Museo su amabilidad. Quedo en deuda con los que me arroparon en la mesa y con las lecturas del libro y me hicieron sentir su calor humano: es la mejor manera de estar en actos culturales y de andar por la vida. Gracias a todos.

Presentación de "Última noche en Granada"






Llega la hora de presentar el libro. Hemos elegido Granada para el primer acto. Acompañado de José Abad, autor de una gran novela -"El abrazo de las sombras", de la que pronto os hablaré-; de Joaquín Casanova, el editor; de José Ortiz, orientador del EOE; y de Inma Lucena, que oficiará de presentadora, estaré ante los lectores -y con ellos- en la sala Cuadra Dorada del Museo Casa de los Tiros, a las 19 horas. Os esperamos.

Tercera crítica

Ricardo Bosque, escritor y editor del blog La Balacera, donde mejor podemos informarnos acerca de las novedades de novela negra, ha escrito en el blog que lleva su nombre la tercera valoración de "Última noche en Granada":

Empieza bien el año, desde luego.

Porque además de comenzarlo sin resaca -y que esto no sirva de precedente- lo hago leyendo esta estupenda novela con la que Francisco Ortiz debuta en el difícil mundo literario. Y lo hace con un trabajo que auna lo íntimo y lo criminal, algo muy complicado de lograr pues el género negro parece que exige un lenguaje descarnado y exento de cualquier concesión a la lírica y, sin embargo, Última noche en Granada consigue hacer visibles, en primera persona y en un tono ciertamente intimista, las sensaciones de un asesino -¿qué es si no un policía que mata excediéndose en sus funciones y lo hace, además, sin asomo alguno de arrepentimiento?- tras cometer un crimen, por muy inevitable que éste sea.

Una novela corta e intensa, para disfrutar en cada una de sus líneas siguiendo las vivencias de un ex policía, Luis Castillo, y su pareja, Beatriz, tan o más protagonista que el personaje que desnuda sus miedos en poco más de 100 páginas que transcurren como un suspiro.

Una magnífica candidata al Silverio Cañada a la mejor primera novela de 2009 si quienes eligen las aspirantes al premio tienen ojos para títulos que no procedan de las editoriales que siempre ocupan los espacios privilegiados en los escaparates de cualquier librería.

Última noche en Granada

Francisco Ortiz

Mira Editores

Postdata: acompáñese la lectura de la novela con la audición de un disco como Kind of Blue (Miles Davis), un gin tonic bien cargado -ideal para desengrasar las cenas y comidas de final y principio de año- y un cigarro puro de la envergadura que cada uno tenga por costumbre (si es el caso) y el placer se acercará a lo sublime.

Segunda crítica

En el blog de Elèna Casero, escritora, autora de "Tribulaciones de un sicario", el segundo comentario que recibe "Última noche en Granada":

Luis Castillo es un ex policía. Tras dejar el cuerpo se dedica a vigilante de obras.
Su vida transcurre entre la vigilancia nocturna, el descanso tras el trabajo y su vida con Beatriz. Una vida a salto de mata ya que ella está casada con Pablo. Su relación se basa en mensajes de móvil y las visitas que ella le hace a su piso. Una relación amorosa difícil pero que a Luis parece redimirle de todos los malos momentos de su presente y de su pasado.
Todo parece discurrir con la normalidad habitual hasta que un día los fantasmas dormidos vuelven a aparecer.
Y recuerda lo sucedido aquellos días, Pedro y él, las pistolas, los cargadores, la mirada acuosa de Pedro, su mano fría, que Eladio lo tenía todo planeado y que él sólo tenía que hacer su parte: un tiro de frente y a la cabeza. Los días posteriores a aquel suceso no hubo arrepentimiento, ni intranquilidad. Como Pedro repetía: Lo hemos hecho, a la mierda esos hijosputas. Hecho está.”


Sólo su madre, con su inteligencia natural, con una ternura que se transmite en unas pocas líneas, parece darse cuenta de que algo le ocurre a Luis, algo grave que transita por su cerebro sin darle salida. “Ese es el vacío, Luis, me decía con su silenciosa presencia, el vacío es algo que se ha cerrado dentro de ti, se ha quedado seco, escúpelo, escúpelo, escúpelo.”

La vida da una vuelta de tuerca cuando Beatriz, víctima de los celos y los malos tratos de Pablo, huye de su casa y se refugia en la suya, en él. Donde solo el amor es capaz de mitigar los hematomas del cuerpo y del alma, páginas descritas por Francisco con gran ternura, con el lenguaje adecuado para que cada uno se coloque en el lugar de Beatriz y en el de Luis.
Francisco consigue en esas páginas que sintamos el mismo asco y la misma rabia que puede sentir Beatriz ante el hombre que la ha maltratado, ante los recuerdos que Pablo le provoca y que debe contar en voz alta para que vayan desapareciendo.
Los acontecimientos se van sucediendo con rapidez y se siente el vértigo y la tensión de la emboscada que le han preparado a Luis. Las horas que transcurren casi frente a frente agresor y agredido. Hueles el humo del tabaco del matón que va por él, escuchas sus pisadas en el suelo descarnado y la muerte acechando entre las paredes del edificio vacío, como si jugaran al escondite, como Luis hacía con su hermano cuando eran pequeños.
Es el momento, a pesar de la tensión, de las consideraciones, de las reflexiones.

“¿A quién le he hecho yo bien? ¿A mi familia? ¿A Beatriz? ¿A mis semejantes?

Y todas las preguntas que subyacen en su interior, mezcladas con los recuerdos. ¿Es posible, a pesar de haber matado a un hombre, sin saber por qué, seguir siendo una buena persona? ¿Es posible la inocencia?
El desenlace de la novela nos dará la respuesta a tantas preguntas.
Una novela que se lee con rapidez porque necesitas seguir adelante, porque te mantiene en vilo, incluso deteniéndote en los pasajes más narrativos referidos a las relaciones entre Beatriz y Luis. Quieres saber más de él, de Luis, que vive acorralado por sus recuerdos desde el momento en que Julián Casamayor aparece de nuevo en su vida. ¿Por qué? ¿Qué sucedió? Y te vas dejando llevar por la escritura de Francisco hasta el momento del desenlace.
Como se dice en la contraportada, una novela no sólo entretenida, también tiene un trasfondo muy humano, alejado de la vacuidad.
Esperemos la siguiente novela de Francisco Ortiz.

Primera reseña, primera ficha


En el blog de Herminia Luque, de creciente importancia, la primera valoración de "Última noche en Granada":


Una atmósfera densa e irrespirable: ése es el tapiz de palabras que ha creado el autor para bordar a su personaje, para sumergirlo en algo más denso que el agua, más viscoso que el odio. Luis, un ex-policía, ha matado a un hombre. Pero no hay culpa, no hay dolor; sólo un asco metafísico al modo de Camus.
El personaje de la madre enternece: a los setenta, después de un cáncer de pecho comprende ella (o sus hijos) que no ha disfrutado, que no sabe lo que es un paseo, un tiempo exento de obligaciones familiares, unas tapas generosas, unas horas porque sí, unas horas para sí.
Una novela que excede las convenciones del género negro para crear un relato creíble, con un paisaje cotidiano (Zaidín, Cenes, La Chana: nombres familiares para los del terruño) pero vertido en el molde de lo universal, fundido con la peripecia del no-héroe, evitando así el marchamo costumbrista o la anécdota facilona.
Una novela excelente de verdad. La novela que todos deberían leer estos días de vacaciones.


En Negra y Criminal, librería de referencia, la ficha de la novela .